El silencio es mujer.
Se había pasado toda la noche disertando sobre su nueva
novela, con aires de gran triunfador culminando el monólogo
en el que se había convertido la charla con la maldita frase: y eso puedo demostrarlo en la
próxima página.
Idiotas, aduladores, algún intelectual resentido, fracasados, imbéciles y Bárbara.
Ella obligaba todo un capítulo aparte, y el muy hijo de puta se lo había dedicado en la novela que presentaba esta noche, una
descripción impecable y minuciosa de las miserias más profundas de mi hermana.
Sentí toda mi vida
que Bárbara era mi responsabilidad de
hermano mayor, cuando eligió a Marcos me sentí dichoso. Eso fue hasta el día que él se presento a
la oficina buscando complicidad
para voltearse a la rubia tetona que tenia de agente. No es que yo sea un
santo, lejos de eso, pero era mi hermana después de todo.
Esa y algunas más le
conozco no quiero imaginar las que no conozco.
Al principio y hasta hoy no me interesaban demasiado sus
aventuras, ni sus manipulaciones veía a Bárbara bien o presumía eso para que mi
conciencia durmiera tranquila. Tampoco
nunca recibí algún signo de ella
que indicase lo contrario.
Estamos todos cómodamente bebiendo
y a Marcos se le ocurrió leer
unos párrafos, allí describía a Bárbara, mostraba todos sus miedos desde culinarios
hasta sexuales. Rincones del cuerpo y del alma que no debían compartirse.
La mire y vi un maniquí, inmóvil, vacía, con los ojos muy
abiertos y los labios muy cerrados. La palidez de su cara se desdibujaba en ese vestido de diseñador que había elegido
en un inmaculado color blanco.
Todos soltaron una carcajada, luego derivaron a otros temas
que consideraron más importantes.
Me despedí, a Bárbara
le di un gran abrazo y a Marcos lo
salude de lejos solo levantando la mano en señal de protesta. Mal parido ojala sea un
fracaso esa novela de mierda.
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