martes, 8 de octubre de 2013

En el aire.

No sé cuando empecé a masticar  esto de la militancia, del compromiso social  o como gusten llamar los que  hacen   titulares para vender más diarios.
En realidad si se, después de la muerte de Marcos a manos de aquel pobre chico de uniforme que no sabía cómo manejar el arma reglamentaria. Pobre pibe seguro algún   incoherente  había autorizado para que saliera a la calle casi con la cola entre las piernas.
Marcos estaba con unos amigos tomando  unas cervezas en el bar a dos cuadras de casa  por calle 50, cerca del museo, buscando seguro los labios de Martina, que locura tenia con esa  morocha,  pero la muy yegua no le daba ni cinco.
Me parece que el bar se llama el Faro de los ahogados o algo así.
Que será de la vida de Martina, cómo puedo tener tantos pensamientos innecesarios todo el tiempo, me pregunto, será porque  pienso demasiado.
 Creo que Marcos  tenía diecisiete. Si, hace  diez  porque estoy a meses de cumplir  veintidós y en ese momento iría por los doce.
En mitad de la noche sonó el teléfono,  era de la primera, para reconocer el cuerpo.
Mi viejo ya no estaba vivo   se había pegado un tiro unos años antes  porque ya no le daba mas el cuero  de arrastrar ese  cáncer  que lo había envuelto  en una mezcla de bilis y sangre permanente ,  otro pensamiento innecesario , en el final solo toleraba helados de limón (nunca mas volví a probarlos) .
Pobre viejo se hizo justicia propia, se libero del dolor  con una calibre 28.
La cosa que la noche del asesinato de Marcos solo  hubo silencio y lágrimas. Era tarde,  mamá llamo a tía Elvira quien vino a cuidarme, yo quería acompañarla,  no quería que esa morgue donde ahora estaba el cadáver de mi hermano  se la comiera viva  a ella también.
Mamá  nunca se recupero del todo, y yo me propuse con todas mis fuerzas ser el mejor hijo del mundo, no solo no darle problemas de ningún tipo sino ayudar a construir un mundo mejor. Eso anduvo bien al principio, los compromisos que cumplí en materia ambiental, ser un buen amigo o defender de una pelea al desvalido junto con ser un buen estudiante eran suficientes para cumplir lo prometido.
Todo se complico cuando entre en la facu  a Trabajo Social y me cargue con otras responsabilidades.
Desde el año pasado trabajamos  en una zona  difícil,  en el edificio de  una sociedad de fomento,” El diamante en bruto”, se llama, ellos mismos le  pusieron el nombre  como señal de esperanza,  sabiendo que los pibes eran valiosos solo que había que buscar por  dentro. Damos apoyo escolar, y promovemos talleres en pos del arte con Violeta, la más bellas de todas las artistas plásticas que rodean mi mundo (diría que la única).Es  de la A a la zeta una revolucionaria y yo estoy  loco por ella. Había logrado que confiaran en nosotros solo con palabras para luego convertirlas en hechos  y defendía a sus pibas con uñas y dientes contra viento y marea.

Anoche vino a golpear la puerta de casa, Violeta,  pidiéndome por favor que la acompañara.
María, una de sus pibas estaba en la comisaria, su hermano Manuel, con su pobreza, su ignorancia y su nacionalidad  como estigmas  en la piel, pero con su dignidad intacta no había querido pagarle el peaje a los milicos para llevar las verduras que todos los días vendía en el barrio y los muy turros le habían puesto unos gramos de coca para acusarlo de lo que no era culpable.
Pobre María cuando vio a Violeta rompió en llanto, Violeta calmada le dijo que no se preocupara que ya había llamado a un abogado amigo del viejo y que en un rato todo estaría solucionado.
Amanecimos en la comisaria los tres, en esos bancos inmundos y duros donde el que espera desespera. Nos despertamos  porque nos golpearon el hombro nada amigablemente, vamos pibes limpien el banco sino los vamos a sacar a patadas en el culo.
Nadie había aparecido, Violeta no podía creerlo insistía con el celu del viejo y nadie respondía preguntamos por Manuel y no nos daban información ninguna.
Permaneció varios días detenido, lo mataron a palos y no volvió a vender verduras.
Violeta tampoco  volvió a la sociedad de fomento, la experiencia vivida  se llevo su revolución a casa,  pero a mí no lograron convencerme de lo contrario,  acá estoy arrancando un nuevo proyecto,   la radio del barrio, porque no hay mayor valor que la palabra cuando se tiene algo que decir.