lunes, 23 de diciembre de 2013

Hace diez años que estoy así,  una historia común y  una mala decisión, tremendo resultado.
Papá repartió la herencia en vida,  pero igual no nos dejo conformes, con la avidez de buitres perversos intentamos sacarnos los ojos para lograr  lo que podría llamarse un acuerdo.
María finalmente logro salir de este país de mierda como lo llamaba habitualmente  y supongo vive tranquila en Madrid,  ultimo domicilio declarado.
Mi otro hermano Jorge murió de un infarto unos meses después de despilfarrar cada una de las monedas que obtuvo, un gran hijo de puta,  bien muerto esta.
En ese momento pensé mucho en que  invertir el dinero, lo guarde un tiempo, hasta que apareció el negocio del siglo. Carlos Rodríguez era un agente inmobiliario y me ofreció ser inversionista en una torre de departamentos en Bahía Blanca,  con mi inversión obtenía un resultado increíble. Al principio no desconfié era (entre comillas, aunque  supe después que eran más que eso) un buen amigo de Julia mi bien amada esposa hasta ese momento.
Pensar que fuimos al mismo colegio con Julia, que poderosa yegua. Todo indicaba que no éramos el uno para el otro pero la testarudez a veces tiene límites desconocidos  y terminamos casados,  con vestido blanco y todo. Al cabo de dos meses rompió todo el juego de porcelana  contra la pared  por no hacerlo en mi cabeza y me  echo como el último de  los perros.
Ahí mismo me fui a ver a Carlos, el me dio una mano, que irónica es la vida, y empecé a hacer cálculos como la de la maldita fábula, sin vender la leche.
Uds. dirán que porque confié, que se yo estaba Julia de por medio y el tipo siempre me pareció creíble, y si,  soy un  terrible pelotudo, entregue todo lo que tenia, la máscara cayo cuando me presente a  las supuestas oficinas del Sr. Rodríguez y me encontré con una sede de protección a la infancia.
Terminé  en la comisaria después de  patear las ventanas y asustar a varios pibes que me miraban como si la pesadilla del coco se hubiera corporizado en un momento.
Ahora mi vida carece de alarmas, mi única preocupación es con que taparme cuando encuentro una entrada a un edificio donde tirar mis poco bártulos, gozo habitualmente de la generosidad de la gente, pero he logrado la fantasía que todos tenemos de chico de ser invisible. El deterioro de mi cuerpo y mente avanza rápido  pero hoy me preocupan mis manos mugrientas y callosas  que me alejan de todo lo humano.
Lean rápido. Esta hoja va derecho al infierno.





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