Hace diez años que estoy así, una historia común y una mala decisión, tremendo resultado.
Papá repartió la herencia en vida, pero igual no nos dejo conformes, con la
avidez de buitres perversos intentamos sacarnos los ojos para lograr lo que podría llamarse un acuerdo.
María finalmente logro salir de este país de mierda como lo
llamaba habitualmente y supongo vive
tranquila en Madrid, ultimo domicilio declarado.
Mi otro hermano Jorge murió de un infarto unos meses después
de despilfarrar cada una de las monedas que obtuvo, un gran hijo de puta, bien muerto esta.
En ese momento pensé mucho en que invertir el dinero, lo guarde un tiempo,
hasta que apareció el negocio del siglo. Carlos Rodríguez era un agente
inmobiliario y me ofreció ser inversionista en una torre de departamentos en
Bahía Blanca, con mi inversión obtenía
un resultado increíble. Al principio no desconfié era (entre comillas, aunque supe después que eran más que eso) un buen
amigo de Julia mi bien amada esposa hasta ese momento.
Pensar que fuimos al mismo colegio con Julia, que poderosa
yegua. Todo indicaba que no éramos el uno para el otro pero la testarudez a
veces tiene límites desconocidos y
terminamos casados, con vestido blanco y
todo. Al cabo de dos meses rompió todo el juego de porcelana contra la pared por no hacerlo en mi cabeza y me echo como el último de los perros.
Ahí mismo me fui a ver a Carlos, el me dio una mano, que
irónica es la vida, y empecé a hacer cálculos como la de la maldita fábula, sin
vender la leche.
Uds. dirán que porque confié, que se yo estaba Julia de por
medio y el tipo siempre me pareció creíble, y si, soy un
terrible pelotudo, entregue todo lo que tenia, la máscara cayo cuando me
presente a las supuestas oficinas del
Sr. Rodríguez y me encontré con una sede de protección a la infancia.
Terminé en la
comisaria después de patear las ventanas
y asustar a varios pibes que me miraban como si la pesadilla del coco se
hubiera corporizado en un momento.
Ahora mi vida carece de alarmas, mi única preocupación es
con que taparme cuando encuentro una entrada a un edificio donde tirar mis poco
bártulos, gozo habitualmente de la generosidad de la gente, pero he logrado la fantasía
que todos tenemos de chico de ser invisible. El deterioro de mi cuerpo y mente
avanza rápido pero hoy me preocupan mis
manos mugrientas y callosas que me
alejan de todo lo humano.
Lean rápido. Esta hoja va derecho al infierno.